El discípulo, asomado al ajimez, observó cómo la estrella fugaz dibujaba un
luminoso arco sobre el firmamento nocturno de la ciudad de Asora. El fenómeno se
desvaneció en segundos, pero el joven permaneció junto al doble ventanal mientras la
fresca brisa agitaba los bordes de su capucha. Bajo ella, las equilibradas facciones
dibujaban una insólita expresión a medio camino entre la determinación y la
incertidumbre.